Lo primero que recomiendo es echar un ojo a lo que publicamos en años anteriores. Veréis que toca temas de coyuntura, pero también de fondo y algún variado provocado por spots o campañas relevantes (en la dirección que sea). Ir leyendo y si algo resulta llamativo, lo incorporamos. Clásico recomendable, este.
Tristemente, han pasado casi 10 años desde esta brillante charla de Ken Robinson y la situación que refleja no ha dado marcha atrás. La artes, o las actividades creativas en general, siguen estando un escalón por debajo de las ciencias exactas y clásicas en la educación y en el mercado, incluso ahora que ambas se mezclan con frecuencia (Diseño gráfico, las TIC, las industrias creativas…). El problema está en la raíz del sistema educativo, y la creatividad sólo aparece en asignaturas marginales como dibujo (que aún por encima muchas veces es técnico). Sinceramente, no veo una solución rápida a este problema, tan solo espero que con la globalización de las comunicaciones, con Internet… el aprendizaje se diversifique cada vez más, yendo más allá de las instituciones académicas, para que cada uno busque con libertad su talento y lo convierta en su trabajo.
No hay duda de que, como bien dice Martín, aún queda un largo camino por recorrer. Pero también es cierto que poco a poco vamos viendo que nuevas puertas se abren, tanto para la educación «estándar» como para el aprendizaje personal de cada individuo (hablamos de internet en general, pero como herramienta concreta podemos poner de ejemplo los MOOC). Y a pesar de que el cambio de base y de idea debe llegar a la educación, no deberíamos optar por demonizar las ciencias, humanidades y letras situándolas como los grandes enemigos de la creatividad, porque, en el fondo, son los grandes aliados para introducir el arte y la creación artística en las dinámicas educativas y laborales.
Me parecen muy interesantes y acertados los comentarios que hace Ken Robinson comparando la creatividad con el trabajo en diferentes disciplinas. La realidad en la que estamos sumergidos ahora ( digo sumergidos porque muy pocas veces nos damos la tarea de buscar nuevas fuentes o actividades si no es porque se nos ha impuesto o es parte de lo cotidiano), nos hace tan monótonos que no nos permite ir más allá de lo que tenemos frente. Es cierto que no se le da el valor necesario o el que debería a la danza, a la pintura, a la escritura, y se dejan éstas disciplinas como clases de relleno, o extra escolares, cuando en realidad deberían ser parte fundamental, o con la misma carga horaria y de importancia como las demás materias. No sólo hablo del espacio de formación de los niños, sino también como adultos. Me parece increíble el término que usa de «riqueza de la capacidad humana». Creo que los humanos hemos dejado de innovar en nosotros mismos. Quiero decir, que vivimos en un mundo tan mediático y metódico que salirnos de la rutina nos cuesta.
Desgraciadamente es muy cierto lo que dice el, vivimos en una cultura donde nos han reprimido nuestra creatividad, la mejor manera de idear es rompiendo reglas, desde pequeños nos ponen reglas, si hacemos las cosas de una manera diferente a la que nos enseñaron esta mal, cada uno de nosotros es diferente por lo que las técnicas de enseñanza también deberían de ser diferentes, el ejemplo de la bailarina me gusto mucho, pienso que no hay personas tontas si no personas equivocadas de profesión. No todos tenemos las mismas habilidades, si observáramos desde pequeño a un niño y lo apoyáramos en esa habilidad que tiene, seria un gran profesional. Como lo dijo en la platica, el secreto esta en perder el miedo y aportar ideas, hay ideas que suelen sonar muy tontos pero aveces llegan a hacer los mejores. La educación nos aporta pero también nos limita, recordemos que los mayores genios siempre fueron unos rebeldes en la escuela, como Albert Einstein y Steve Jobs.
La verdad es alarmante la situación que refleja Ken Robinson, pero sobre todo y como ya han dicho algunos de mis compañeros, porque la fecha del discurso se remonta a 10 años atrás y sigue siendo perfectamente aplicable al día de hoy. Entiendo además que no es un problema institucional y ni mucho menos focalizado en un sector, el que se nos programe para ser o dedicarnos a unas disciplinas olvidando otras, si no que lo considero más un problema de educación, no sólo académica si no también social. Educar la mentes de manera que tanto los educadores como los educados mantengan un discurso en el que se asuma, por parte de los dos, que lo que te guste no va a condicionar el que seas mejor o peor, diferente por supuesto.
De entre todas las apreciaciones de Sir Robinson, la que ha llamado más mi atención es la reconstrucción cómica de la mundanidad de Shakespeare niño: «deja de hablar así», «suelta ese lápiz», etc. Naturalmente, estos comentarios hacen referencia a la educación. Ahora bien, resultóme esto análogo a cierta historia (probablemente más real que verosímil) que una vez oí: tras la partida de Husserl de la Universidad de Friburgo, una plaza de cátedra quedó vacante. Como resulta natural, el decano ofreciósela a Heidegger, pues era el mayor reclamo de la Universidad (sus clases estaban siempre abarrotadas). Empero, Heidegger no había publicado nada, condición indispensable para la concesión del puesto. En consecuencia, Heidegger envió a cierto Ministerio El ser y el tiempo, donde algún burócrata le atribuyó la calificación de «Insuficiente». Vése claramente que este suspenso resulta análogo al «suelta el lápiz» (ficticio) del padre de Shakespeare. Sea como fuere, he expuesto esta anécdota por la siguente razón: la educación no es sólo imporante para potenciar la creatividad, sino también (y especialmente, en mi opinión) para crear una capacidad analítica suficiente como para que ciertos despropósitos como el expuesto no llenen libros enteros de anécdotas.
En mi opinión las situaciones comentadas por Ken Robinson devienen del choque entre el «Informar» y «Enseñar». Si de algo peca la educación (al menos la que he recibido aquí en España, y la única que conozco) es de ser inicialmente un embudo de información a retener hasta el examen. Durante primaria y secundaria nos dan lo que en teoría son todos los datos fundamentales para sobrevivir en el mundo. Si eres capaz de retenerla y, cómo no, expresarlas con las correctas formas y pautas también aprendidas, triunfarás en ese camino hacia la «Educación Superior». Pero al llegar a la carrera, esto no cambia demasiado. Si bien se tiene la suerte de encontrarse con algunos profesores que sacarán de uno algo de «creatividad», o al menos motivación y reflexión; otra parte se mantiene en la línea puramente informativa. El resultado es un sentimiento colectivo de «¿Sabré hacer algo cuando acabe la carrera?». Pues probablemente la mayoría de la información retenida, si no viene acompañada de un razonamiento y aportación de un significado añadido, se vaya como ha venido.
Por otra parte, también me he encontrado con profesores que decían ver esta situación, por lo que en vez de entregar una retahíla de apuntes, enfocaron su materia a (palabras textuales) «enseñar a pensar». La idea me emocionó, hasta que a medida que iban pasando las clases, me di cuenta de que aquello realmente significaba «pensar como el profesor», «producir contenidos al estilo del profesor» y corregidos para estar dentro del criterio válido del profesor.
Quizá nos hayamos equivocado de carrera y deberíamos estar todos en filosofía, pero veo tan (poco) útil la primera forma de enseñanza como esta última. Al fin y al cabo, viendo esto, tampoco me extraña que muchos genios «fallasen» en el sistema educativo.
Completamente de acuerdo con Ken Robinson, las artes siempre son lo último en el sistema educativo, pero me parece que además hay otro problema en los métodos de enseñanza de artes. El problema principal que tiene introducir clases obligatorias es que el arte es algo a lo que no se puede obligar a nadie, es algo que haces por pasión. Este es el caso de los niños a los que desde pequeños meten en un conservatorio de música. Esos niños acabarán cogiéndole manía a las enseñanzas de música por ser obligados a aprenderlas «con embudo». El problema entonces no está sólo en las pocas horas que el sistema educativo dedica a enseñar artes, sino en los métodos que se utilizan, no nos tienen que enseñar a hacer arte, sino a amar el arte.
Me parece que Ken Robinson muestra uno de los principales problemas que existen en la sociedad actual: la educación ha dejado de educar, ahora es una industria que lo que hace es producir en cadena cerebros abarrotados de información muy ordenada, porque si nos la desordenan no sabemos que hacer con ella. La verdad es que nunca me había parado a pensar en la estructura de la educación pero es realmente como Robinson lo cuenta: las asignaturas que no te van a dar de comer o que no te van a llevar al siguiente escalón del sistema educativo (universidad) son abolidas en los primeros años del colegio. Cuando empieza a funcionar nuestro cerebro y empieza a retener información, las asignaturas que no tengan un gran contenido sobran. ¿A quien no le gustaría ahora ser un genio al piano o aprender a dar vueltas en una pista de baile sin marearte? ¿Donde han quedado las clases de plástica y las de psicomotricidad? No tienen valor, el arte no es ganarte la vida, solo te la ganas si eres químico o matemático. el tema de la inflación académica está ahora mas candente que nunca: llevas 10 años estudiando arquitectura y lo primero que te piden en todos los sitios es experiencia, y nadie te da la oportunidad de esa experiencia.
Esta fragmentación la podemos ver desde el bachillerato. El bachillerato de ciencias siempre fue el bachillerato de los listos, el de sociales era el que la gente que no aprobaba las materias de ciencias cogía y el de artes… el de artes era para los que no querían estudiar, solo acabar el bachiller. Y en ese orden iba la importancia de los bachilleres y la «verguenza» que podías pasar tu o tu familia al no hacer el de ciencias.
La creatividad es algo que se instala en nuestro cerebro cuando somos niños, cuando no tenemos esquemas en nuestro cerebro, como nos cuenta Robinson con el ejemplo de la niña que dibujaba a Dios. Con el ejemplo de la coreógrafa nos muestra como alguien que no sigue las normas, no tiene que estar enfermo, igual solo necesita expresarse de forma diferente. en mi opinión creo que la creatividad debería de se abonada desde pequeños e ir regándola y tratándola cuidadosamente según crecemos, abandonar la idea de que equivocarse es un crimen irremediable y hacer que no dejen de intentarlo para que el miedo al fracaso ante la sociedad no sea el principal miedo con el que crecemos, ¿A quién estamos intentando no defraudar?
Desgraciadamente en el tema de la educación es donde se ha discriminado más y hace 4 años atrás empecé a darme cuenta de esa gran discriminación que hay hacia todo aquello que no son ciencias. Empecé a estudiar el bachillerato artístico y me harté muchísimo de escuchar comentarios como: “No hacéis nada, estáis todo el día dibujando”, “Vais a lo fácil” o “Eso es trabajo de perro-flautas y vagabundos muertos de hambre”. Escuchar eso me enervaba enormemente y mi cabeza no comprendía como la estupidez humana podía llegar a ser tan grande, no entendía quien eran esas personas para infravalorar mis estudios, mis hobbies y mi futuro trabajo. Un año después el Gobierno quería quitar todas las graduaciones relacionadas con el arte ya que decía que esas titulaciones no se podían situar en el mismo rango que una titulación en matemáticas. Algo que me parece muy vergonzoso por su parte. Pero eso no es todo, no solo ocurre esa discriminación en el campo del arte, sino que también existe en el ámbito de las letras. En la universidad leí a Carlos Elías, periodista y científico, donde en el libro La Razón Estrangulada comparaba de nuevo esa gran diferencia que la sociedad había marcado entre las titulaciones de letras y las titulaciones de ciencias. Por lo visto, las ciencias es la única titulación que tiene mérito en esta sociedad y me gustaría ver una sociedad solo de científicos, matemáticos, biólogos, médicos… Un mundo sin música que escuchar, sin danzas, sin pinturas, decoraciones, museos, periodistas, fotógrafos, diseñadores, actores, etc. etc. etc. ¿Qué clase de mundo sería ese? La creatividad y el arte son aspectos fundamentales en nuestra vida y ya des de pequeños intentan despertar esa parte creativa que habita dentro de nosotros. En preescolar aprendemos cantando, bailando, dibujando y pintando, pero más adelante ya nos meten en la cabeza que tenemos que ser mejores que nuestro compañero de pupitre y es en ese momento cuando empieza la lucha por ver quién es más listo, quién estudia la carrera más difícil, y al final, quién tiene una vida más lujosa.
Desde pequeños nos meten en la cabeza que tenemos que ser los mejores, nos enseñan a competir, pero no a ser competitivos, es decir, nos enseñan a competir entre nosotros y a pasar por encima de quien sea, en vez de hacer las cosas para nosotros, cooperando con el resto, avanzando en nuestro camino, creciendo como personas…
Además de ser los mejores, tenemos que ser los más listos, y según como lo considera la gente el listo es el que estudia la rama de ciencias, el resto, son los tontos. Nos meten en la cabeza que tenemos que estudiar una carrera, que un FP es para los que no llegan. Y que lo ideal, sería una ingeniería (entre otras carreras, por supuesto). Pero, ¿cuántas personas conocemos que se metieron en Ingeniería, cursaron un año y al siguiente se metieron en Comunicación, Diseño Gráfico o un FP de Fotografía? Casualmente, todos estos estudios pertenecen a la rama del arte, esto son solo ejemplos, luego hay otros que se meten en lo que siempre les gustó y deciden no hacer caso de los consejos que tanto nos dieron para dedicarnos a algo con lo que no nos muramos del hambre, como decían en el video: “porque nunca ibas a conseguir trabajo de eso”.
También hay gente que estudia una carrera, la que sea, da igual, que tiene como hobby la fotografía por ejemplo, y que cuando termina la carrera, se monta un estudio profesional de lo que era su hobby. ¿Por qué? Porque es lo que le llena, lo que hace que active su creatividad y lo que le diferencia del resto, sin tener que pisar a nadie.
Como bien decían en el video, actualmente, “los títulos ya no tienen valor”. Y más en la rama del arte, que cualquiera, exprimiendo su don, su creatividad y lo que le gusta, puede terminar trabajando de ello. Y además, ser el mejor, sin necesidad de tener un título, ni pisar a nadie.
Toda la razón. La educación está basada en sólo parte de lo que necesitamos y las artes están totalmente desprestigiadas y nos dicen que si nos gustan las matemáticas y se nos da bien que eso será un nuestro futuro pero si nos gusta el arte nos dicen que sea nuestro pasatiempo para centrar nuestro tiempo en otra cosa «más importante». Además, los sistemas educativos que hay en el mundo no nos permiten desarrollar nuestro lado creativo ni nos permiten descubrir bien para qué servimos. Resulta que algunos de los mayores genios en ciertos temas nunca fueron educados en una escuela sobre el tema que les llevó a ser tan grandes o fueron rechazados en algún momento de sus vidas.
Michael Jordan no fue aceptado en el equipo de su instituto y está considerado por muchos el mejor jugador de baloncesto de la historia. Albert Einstein hasta alcanzar los 9 años no era capaz de hablar bien y se temió que tuviese una enfermedad mental. Le Corbusier nunca estudió arquitectura y está considerado como el más importante teórico de esta en el siglo XX. Frank Lloyd Wright fue otro arquitecto quien nunca fue a una escuela que enseñase su profesión, pero está considerado el mejor arquitecto de la historia de Estados Unidos, se construyeron 532 de sus más de 1000 diseños y cuando Tokio fue destruido en 1923 por un terremoto de magnitud 7,9 en la escala Richter, un hotel que había diseñado él allí fue uno de los pocos edificios en mantenerse intactos. Así se podría decir también de mucha otra gente.
Toda esta gente, se podría decir que poseía un don especial pero si no se hubiesen centrado en lo que les apasionaba nunca habrían llegado a ser quienes son y si cuando alguien le hubiese dicho que lo que hacía estaba mal, que se viniesen para atrás con los errores, o no se hubiesen centrado en hacer lo que más querían, lo cual también les hizo fracasar en otras cosas, nunca habrían llegado hasta donde lo hicieron, porque seguramente quien pudo llegar a ser el mejor pintor de la historia, nunca llegó a dedicarse a la pintura porque su educación se lo impedía.
El hecho es que nuestro sistema educativo, aunque alguien decida estudiar algo relacionado con la creatividad o con el arte, la forma de enseñar o la de calificar siempre será algo abierto a debate. ¿Quién nos va a decir que una pintura está bien o está mal y bajo qué justificación lo hacen? Puede que sea por la forma, puede que sea por la forma de interpretar algo, o puede que sea simplemente porque no le gusta quien califica y busca una excusa para decir que está mal pero las grandes revoluciones en el arte han siempre sido por romper con la normal. Y es que quizás uno de los problemas básicos de la enseñanza de las artes es que haya que calificar. Porque los famosos cuadros de Mondrian de los rectángulos de colores aunque tienen su sentido de ser y encajan dentro de una corriente, ¿por qué están bien si hasta un niño lo podría hacer? Está bien porque llamó la atención y hubo gente importante que lo aceptó y se puso de moda, pero si los hubiese presentado en una escuela de arte donde lo que estaba se llevaba fuese otro estilo le habrían dicho que no sirve para nada. Y es que a muchos estudiantes les pasa esto, acaban haciendo lo mismo que todo el mundo y pierden su sentido de creatividad.
Quien tropiece, si luego se levanta, se esfuerza y aprende de sus errores, le llevará más tiempo pero será seguramente mucho más creativo que alguien que siga las normas que dan en la escuela, porque la creatividad no tiene norma pero sí tiene muchos caminos diferentes.
Parece mentira que las palabras del discurso de Robinson sean aplicables a la situción actual, diez años después de ser pronunciadas por él. Nada ha cambiado desde entonces. Como ya han comentado,
la educación nos limita y las artes y los artistas están desgraciadamente menospreciadas.
Corroboro cada palabra de mis compañeros. Lo preocupante es que haya gente que todavía no sea consciente de este hecho, de la limitación a la que nos vemos sometidos en una sociedad que se basa en un modelo industrial. Hace tiempo ya que hemos dejado de ser consideradas personas, para ser, simplemente, máquinas productivas. A parte de todo lo comentado, vemos cómo cada día se cierran más las puertas a las artes en el sistema educativo español mientras, por otro lado, se intenta acercar más la religión. Será muy difícil que las cosas cambien si no nos replanteamos qué estamos haciendo mal y por qué pasa lo que está pasando. Por qué no valoramos la autenticidad de las personas. Me sorprende y me entristece conocer a gente que no tiene ni idea de cuál es su vocación, que no conozcan la sensación de amar lo que estás haciendo. Algo falla, está claro. Algo falla, de la misma forma, cuando un profesor de música se limita a enseñar solfeo, o cuando los niños empiezan a no atreverse a bailar, a no tener miedo a hacer el ridículo. De esto precisamente habla Robinson, de la increíble forma en que los niños se atreven a todo. Nos cortan las alas, la imaginación y hasta la personalidad. A veces se nos limita incluso en nuestra propia casa, cuando nuestra madre nos decía que no jugásemos con pinceles, pintura o rotuladores, no vaya a ser que nos manchemos la ropa. Por eso creo que es tan importante ser conocedores de estos aspectos. La educación de un niño está en la escuela pero, ante todo, en su casa, y nosotros somos los responsables de ello, seamos o no seamos padres a lo largo de nuestra vida. Ojalá cada vez haya más gente que le regale a un niño una guitarra en vez de una consola, o que les empapelen las paredes de un cuarto para que llene todo de pintura. Que nadie ponga límite a la imaginación.